Viernes 24 de junio de 2011

Así nomás, con don Osvaldo

Habló en la Unicen el Premio Nobel de la Paz 2007

Así nomás, con don Osvaldo

    88 años. Talla menuda y fuerte, cincelada por la vida nómade y el deporte. Mirada inquieta, cabellos prolijos, camisa negra sin corbata, saco y pantalón de distintos grises oscuros. acaso delatadores de cierto descuido propio de su larga viudez. Calzado también prolijo y práctico, levísima renguera, palabra siempre dispuesta para referirse a lo que sea y caramelos medicinales protectores de la gola y salidos de su afición por la homeopatía. Un hombre común. Perfil bajo. Inteligente. Sin rasgo coqueto alguno que denote su condición intelectual de Nobel de la Paz 2007. Es más, casi no habla de ello.

   Así lo tuvimos a Osvaldo Francisco Canziani, como queríamos, mano a mano en una mesa del bar del hotel tandilense donde se hospedara, horas antes de la conferencia pública a sala repleta que el 23 a las 18 dictara en el Aula Magna invitado por la secretaría de Relaciones Institucionales de la Universidad.

 

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   “Conocí Tandil en el ´32, siendo boy scout. Recuerdo que cerca de la plaza principal había un bar donde daban cine...vaya si ahora han cambiado las cosas”.

    Intimo de la Naturaleza, desde chico jugaba buscando palitos de cinacina en su Haedo natal, pedazo porteño que era campo entonces. Allí creció, estudió, se recibió de Físico en la UBA, después de meteorólogo; se casó y tuvo tres hijos: Graciela, desde hace tiempo investigadora en el Campus tandilense; Gabriela, bióloga, y Pablo, ambientalista. Hoy es varias veces bisabuelo.

    Como su pasión lo pedía se dejó atrapar por la Meteorología. La cuestión era andar por los secretos de la Tierra, tesoros responsables de una foja de servicios docentes y científicos brillante que, por supuesto, no declinó tras el Premio Nobel alcanzado sino que hoy sigue con el mismo ímpetu de muchacho.

 

CAMBIO, CON TODAS LAS LETRAS

 

      Está convencido que lo que le pasa al planeta ya no es una simple irregularidad meteorológica. “El cambio climático existe. Su consecuencia es el calentamiento terrestre y la modificación de los procesos de la temperie y el clima.  Desde fines del siglo 19 y en la primera mitad del siglo 20, los ámbitos científicos ya proyectaban condiciones de cambio del entorno humano”.

   “Inicialmente como cambio del clima – opina --  luego, se considera que estamos frente a un cambio ambiental global, por causas como la depredación y mal uso de recursos naturales y los generados por la propia sociedad humana, como es el caso del uso de hidrocarburos halogenados o por el uso exagerado de agroquímicos, El mal uso de los recursos, la deforestación, erosión de suelos y la contaminación, llegaron a modificar a los sistemas naturales y humanos, caso del agujero en el ozono antártico y muertes por envenenamiento con agroquímicos. La situación actual es un desastre”.

   “Como lo evaluó el Panel Intertgubernamental sobre Cambio Climático, el calentamiento terrestre es, inequivocamente, causado por las actividades humanas que continúan exacerbando al efecto invernadero natural del planeta y destruyendo sus ecosistemas naturales”.

 “Definitivamente, los eventos extremos más frecuentes y de mayor intensidad se deben al calentamiento terrestre. La intensidad de sus impactos depende de las condiciones de vulnerabilidad de las diferentes comunidades, siendo las más pobres las más afectadas”.

 

QUE DEBEMOS HACER

 

      Don Osvaldo (“los Canziani llegaron de Europa al Río de la Plata, de allí, vía Bariloche, subieron hasta Perú”) no es amigo de dejar inconclusas sus reflexiones. También nos sintetizó acciones favorables al alcance de todos.

   “¿Qué debemos hacer? Toda acción orientada a reducir las emisiones de gases raros, identificados como gases de efecto invernadero, esto es, gases que incrementan el retorno de la radiación terrestre hacia la superficie terrestre  Es ya obligación de todos, países y sus habitantes”.

   “Como lo destaca el artículo 3 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático – recordó -- la reducción de emisiones es una responsabilidad común para todos los habitantes de la Tierra”

   Y agregó “las emisiones de dióxido de carbono, por quema de combustibles fósiles (automóviles), por generación de electricidad, producción de cemento y otras; metano, por descomposición de materia orgánica, pantanos o por ganado vacuno; de ozono, por reacciones de combustibles mal quemados, emisiones de hidrocarburos halogenados, como freones y halones, deberán ser limitadas”.

  “Así lo plantea el Protocolo de Montreal a la Convención de Viena, sobre sustancias que deterioran a la capa de ozono estratosférico. Desde el comienzo de la Era Industrial, cuando la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era de una 265 partes por millón, a  la actualidad, en la que su concentración atmosférica está por encima de las 380, la temperatura media sobre la superficie terrestre ha aumentado en unas siete décimas de grado”.

  Creo que la proyección de incrementos mayores pone en evidencia el peligro de graves pérdidas en la productividad agrícola, con reducciones de los rendimientos de los cultivos y de la calidad y cantidad cárnica y láctea del ganado”.

 

“ABLANDAR MOLLERAS”

 

    “El calentamiento terrestre incrementará los procesos de la temperie y el clima, mostrará condiciones de eventos extremos, como olas de calor, inundaciones, sequías, tormentas y vientos más fuertes. El paradigma es reducir la emisiones y alcanzar, en cada actividad la "emisión cero".

   “La ciencia debe estar orientada a la protección humana y la seguridad de la salud es básica. En tanto, hay que educar sobre todo al pobre, que habita las villas que rodean las urbes y no tiene los medios para solucionar sus problemas. El ambiente no es Pedro, ni Diego ni Juan, es el conjunto. Hay que ablandarle la mollera a la gente para que piense mejor”, citó parafraseando a un abuelo.

     “Ví en todas partes que a medida que avanza la civilización la gente quiere tener todo: la moto, el auto, el mejor televisor, el celular, el blackberry y otros elementos que son sonajeros grandes. Ya no lee, se la pasa jugando. Entonces olvida las principales cosas que no son esas precisamente. En todas partes nos hemos acostumbrado al exceso, en el uso y en el beneficio. Hasta en la producción de sunamis se han comprobado tendencias del cambio climático en el que muy pocos piensan. Hay que tomar conciencia de esto”.

 

EL DEDO EN LA LLAGA

 

   Bien metido en su especialidad el entusiasmo que le despierta progresa en cada expresión. “Sí... coincido: por un lado, las grandes naciones industriales desobedecen el Protocolo de Kioto; por el otro extremo, la gente se recuesta en demasía sobre la defensa de sus derechos olvidando las obligaciones. Sí, ese es el dedo en la llaga de la cuestión”.

     “Tomemos nuestro país. En general, la educación ha decaído, según he comprobado pasando por todas las gamas de la enseñanza. Lo difícil es cómo le decimos a la gente dónde están los problemas. Es que se ha perdido la idea del ahorro como elemento del futuro y eso se debe, poco a poco, a la devaluación de la moneda. Por ejemplo, en Suiza, donde viví 14 años, hay control de los precios; acá no”.

   “Así llegamos a que cada uno busque sus propios beneficios sin medir los riesgos que ello produce. Si la gente no toma real sentido del valor de las cosas naturales no habrá solución alguna”.

   Desde su función actual de asesor ambiental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires don Osvaldo no se explica “porqué los taxis se la pasan girando, quemando combustible, contaminando, si hasta los perros tienen celular”, ironizó. Por qué no se paran y esperan”.

 

PERSONALIDAD MULTIFACETICA

 

    Reposó un ratito, renovó un caramelo y siguió. “En el `53 era jefe de servicio Artillería de la Fuerza Aérea (“una vez me agarré a trompadas y me fui”) y dirigente obrero católico. “Ví venir una persecución y me fui a Paraguay”. Después pasó a las Naciones Unidas, como director para América Latina, y más adelante a Suiza. En total sumó 30 años en el exterior.

    No todo fueron libros en su existencia. Practicó fútbol, básquet y “nadé mucho”. ¿Si actué en política? No. Nunca quise saber nada. Los políticos son una especie muy particular, lamentablemente; los compromisos llegan a ser tales que no se dan cuenta que están tirando el alma al Diablo. Alpargatas sí, libro no, fue un ejemplo brutal”.

  “Hoy se ha puesto el interés personal por encima de todo, y así no iremos a ningún lado. Recuerdo que en Suiza un dirigente político se suicidó tirando su auto contra la pared al descubrirse su negociado. Acá no se suicida nadie, salvo el histórico caso de Lisandro de la Torre”.

 

INAGOTABLES VIVENCIAS

 

   La experiencia de don Osvaldo es inmensa. Sus años y el su agudo poder de observación que ejercita le han permitido conclusiones privilegiadas. “Se ha perdido el vínculo con algo tan sutil de creer o no creer. Me interesa saber qué creen los que no creen; tal vez lo sepa cuando termine de leer un libro de Umberto Eco”.

    Memoró a uno de sus maestros: Ernesto Sábato (“era talentoso, zurdo, ateo total y un amargado muy negativo”); a Maistegui (tiene 91 años y es presidente de la Academia de Ciencias de Córdoba, un verdadero trabajador. “De Sábato reconozco algo que no olvido: me dijo -- Jamás haga ciencia sin la historia, un pensamiento que me llevó a meterme en las culturas indígenas para comprobar por qué hacían ritos tan brutales, algo similar a los crímenes de guerra de las civilizaciones que siguieron. Siempre han estado las sociedades acomodadas a las circunstancias”.

     Su mirada inquieta vio de todo a medida que transcurrieron las décadas, modelando un inagotable anecdotario. “Hasta en la UBA he visto cierta vez un decano con la pistola arriba de la mesa. Falta darse cuenta de las cosas”, lema al que agrega “querer es poder”, rescató de su inamovible optimismo pleno de ganas de vivir a su manera: tan inquieta como atrevida, pero inmensamente responsable.

 

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   La charla así nomás con el hombre común y científico laureado concluyó justo cuando se agotaban los caramelos medicinales. 

  A las horas, tras una visita al Campus del brazo de su hija Graciela, llegó la esperada conferencia. Eso sí, con la andanada de caramelos bien reforzada, y de impecable traje, ya “vestido” quizá a regañadientes de Premio Nobel, recibió un obsequio recordatorio de manos de la titular de Relaciones Institucionales que lo presentara, magíster Ana Taborga.

   Enseguida, el mismo don Osvaldo que nos dispensara el gratísimo contacto previo, deleitó a un auditorio tan diverso como satisfecho. No podía ser de otra manera.

 

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