Lunes 23 de agosto de 2010

El Rector visitó la Escuela Normal por el Álbum del Bicentenario

El Rector visitó la Escuela Normal por el Álbum del Bicentenario

El porqué del turno singular al establecimiento elegido respondía a una cuestión de bicentenarios. Dentro de unos días, en septiembre, la Escuela Normal Mixta General Don José de San Martín, festejará su centenario. Momento más que oportuno para que unos días antes el bienvenido álbum de figuritas Tandil en el Bicentenario Argentino ya estuviera en manos de alumnos y docentes.
Así lo decidió la gente a cargo de la iniciativa que, como se sabe, quiere llevar historia lugareña a los 18 mil chicos infantes y de primaria del Distrito mediante dicha herramienta lúdico-pedagógica, entre otros tantos objetivos para construir una fuerte identidad local y regional. Y lo invitó al Rector de la Universidad a encabezar la comitiva.
La casualidad no se hizo esperar. Justo en ese emblemático establecimiento Roberto Tassara se había educado desde el primario, y graduado en el `65. Una coincidencia que, ni bien enterado, iluminó el rostro del funcionario.
A las 10.30, en punto, este jueves, los enviados universitarios fueron recibidos por la directora Susana Copponi y colaboradoras. Mientras, los alrededor de 400 alumnos del nivel primario, incluidos los infantes, colmaban expectantes el espacio del Gimnasio cubierto.
Claro, minutos antes, al andar el veredón de entrada, ya en la memoria de Tassara cabalgaban tiernos recuerdos de otrora. Una suerte de vuelta a clase. Pero no tan exclusiva, desde que también ocurría otro tanto con Mabel Pacheco, secretaria académica general, docente allí durante 30 años, y Andrés Harispe, responsable del área Graduados, también ex alumno, quienes junto a Ana Taborga, secretaria de Relaciones Institucionales; miembros del equipo del proyecto y demás colaboradores completaban el grupo visitante.
Y el regreso al aula cobró especial energía. Recorrieron los pasillos, especies de museos del paso del tiempo reflejado en paredes heridas pero meticulosamente cuidadas. Sinuosidades del piso gastadas pero limpias, igual que las romas abolladuras del paso de los años acariciando los escalones que van al primer piso.
El patio central, idéntico. “Me parece igual de grande que cuando me asombraba de chico su tamaño”, soltó Tassara. Los mismos caños de la red de voley. Eso sí, un mástil más alto, flanqueado por la serie interminable de ventanas llenas de sol. El rojo de las tejas del techo completo, sin huecos.
La recorrida previa continuó. La vuelta a clase también. En la Biblioteca, de 17 mil volúmenes y más de 5 mil préstamos según la docente Malisa Garrúes, impresionaron gratamente, lo mismo que el aula de cartografía y proyecciones audiovisuales.
Siguió la visita y llegó un recreo. Arriba, las presencias foráneas concentraban las miradas curiosas de la estudiantina secundaria. Los adolescentes de Quinto extendieron, cariñosos, la mano a la comitiva. Uno de ellos le adelantó a Rector: “El año que viene me va a tener por la Universidad porque voy a estudiar Administración de Empresas”.

Detrás, en la pared, los retratos de la decena de ex alumnos desaparecidos durante la última dictadura: Mario Salerno, María Eugenia Sanllorenti, Carmen y Andrea Calvo, Pedro Marzzocchi, Graciela Toncovich, Guillermo Almarza, Susana Valor, Omar Marocchi y Santiago Vergara.
Ellos parecían, desde sus esperanzas truncadas, regalar una imaginaria satisfacción por la emocionada recorrida visual tributada Alicia Moreno, profesora de Filosofía.
EL ACTO
Ya todos en el Gimnasio, como por arte propio del ilusionista René Lavand, uno de los personajes de las figuritas, el bullicio de la gran chiquillada acalló hasta un silencio arrobador. Respetuoso. Inesperado, si se quiere.
Copponi abrió las oratorias con una comparación entradora. “Esto que les vamos a entregar es un alimento, pero no el que se come sino algo que alimenta el conocimiento y el espíritu”. Luego, Marta Díaz, directora de Primaria, dejó la palabra a Susana Marazzani, docente gremialista del Suteba, quien en términos accesibles explicó fundamentos, metodología del proyecto y características del álbum, acentuando la gratuidad del mismo y de las figuritas. “Un verdadero regalo para que lo trabajen junto con la Seño”, sintetizó.
El turno del Rector fue recibido con un estruendoso aplauso, difícil de aplacar. Contó la tierna impresión del “regreso” y la alegría de sentirse entre todos. “Yo también, hace mucho, estuve sentado donde están ustedes, por eso me siento ahora tan feliz. Tengan la seguridad que uno nunca olvida la Escuela que lo formó”.
Tras recordar los bicentenario y centenario detalló que “esto los ayudará a conocer, aprender y querer la historia de Tandil y su gente destacada”. Otra vez un interminable aplauso precedió las entregas de los álbumes a través de docentes y partícipes de la Fundación Tandil Futuro, motora de la inquietud coordinada y apoyada por la Unicén.
La Directora aprovechó la ocasión para invitar al máximo huésped a la Fiesta del Centenario, en septiembre, y, antes de la despedida consiguió otro “milagro” en tiempos de tanto desarreglo social y educativo: acallar la algarabía. Su fórmula fue tan sorpresiva como simple: todos, iniciaron la cuenta regresiva de 10; al llegar a 0 el silencio del adiós resultó absoluto. Increíble.
La cabalgata imaginaria de Tassara tocó el timbre de salida. Sólo le faltó ir al baño y recorrer el patio “de tierra” para vislumbrar otras huellas del tiempo ido. Por ahí alcanzó a oìr que están igualitos que antes. Y bien higiénicos.
En fin. No hubiese sido un desatino si el hoy ilustre visitante canturreara, al regreso, las estrofas del tango Por la Vuelta, de Cadícamo, para darse cuenta que bien le cabe al gratísimo reencuentro con la Escuela -álbum de figuritas mediante- levantar para el brindis “...una fina copa de champán”.