La escolarización en la encrucijada: “Hay que incluir en el conocimiento, no sólo en la escuela”
Según el sociólogo Emilio Tenti (UBA), partícipe del reciente encuentro de investigadores del NEES de Ciencias Humanas de la Unicen, debe preguntarse si “ir a la escuela es lo mismo que aprender”. Toda la sociedad sospecha en la actualidad algo grave: “que la escolarización pública no garantiza el desarrollo del conocimiento”.
“Sí, es cierto, no es un tramo adecuado del año para hablar de Educación, aunque en realidad a nivel de la opinión pública se habla del tema cuando hay paros, y estos coinciden con el inicio de las clases. Seguro que en febrero y marzo venideros se hablará mucho de Educación culpa del crónico problema salarial”, ironizó.
“No nos podemos dedicar a cuestiones más sustantivas”, siguió opinando ante Prensa de la Unicen el sociólogo Emilio Tenti, invitado el fin de semana último a Tandil por el Núcleo de Estudios Educacionales y Sociales de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro para exponer en el XV° aniversario de la revista Espacios en blanco.
“Uno tendría que estar pensando cómo hacemos para mejorar el uso del tiempo de clase, para encontrar mejores soluciones pedagógicas y mejorar la calidad del sistema y no sólo preocupados por que el sistema ande”.
“Imaginémonos que, cuando se compra un automóvil, sólo pensemos en que arranque, no en tantas otras cuestiones, como el consumo, la estabilidad y la resistencia. En Educación ni siquiera podemos decir que el sistema anda. La gran preocupación, entonces, es demasiado elemental; sólo se resume a que el año lectivo comience”.
“No discutimos cómo hacemos para enseñar mejor Lengua o Matemática, sino perseguir un objetivo tremendamente elemental y básico. Tendría que ser un poco más ambicioso ¿no?”.
EXTRAÑO COCKTAIL: EXCLUSION CON INCLUSION
En el panel en el que participó, Tenti jugó con una idea que, según su experiencia, se da en toda América Latina. “Hay una extraña combinación actual a la que hay que encontrarle un sentido, una consecuencia. Por un lado, hay procesos de exclusión social, grandes masas de población excluidas del trabajo digno, de la salud, de alimentos, de la seguridad y otros bienes básicos”.
“Sin embargo, todos los niños entran en las escuelas; hay cada vez más niños dentro del sistema. De modo que se da la rara combinación de la exclusión social con la inclusión escolar. Algo explosivo”.
No demoró el investigador en explicar por qué lo entiende así. “En este país todos los chicos entran en la escuela, salvo casos excepcionales, sin embargo están excluidos de un montón de otras cosas, como el alimento y la ropa. Creo que esto es así, también en casi todo el mundo, porque están incluidos culturalmente”.
“Todos tienen un televisor en la casa con distintos consumos – unos gustan de la cumbia villera y otros consumen a Bach -- y todos van a la escuela, lo que quiere decir que la sociedad, por necesidad, incorpora a todos culturalmente. La escuela, como es un aparato cultural, también incluye a todos el mundo”.
LA GRAN PREGUNTA
Dadas estas condiciones debe formularse ahora una gran pregunta. “¿Qué significa ir a la escuela? Y el significado no es el de antes. Cuando yo iba a la escuela menos del quince por ciento de los adolescentes de mi edad entramos al escalón secundario. Era algo totalmente selectivo, allá por fines de los ´50”.
“Hoy en día, tenemos el ochenta por ciento de chicos entre 13 y 17 años incorporados a la escuela secundaria. Entonces debemos preguntarnos ¿ir a la escuela es lo mismo que aprender? Toda la sociedad sospecha en la actualidad que la escolarización pública no garantiza el desarrollo del conocimiento”.
“¿Para qué sirve pasar de grado y obtener diploma si después de 13 años de escolaridad los chicos argentinos y latinoamericanos en general no han desarrollado, en grandes porcentuales, una competencia tan fundamental como la capacidad expresiva, tanto escrita como oral?”.
“Cabe reflexionar entonces si tiene sentido incluir a los chicos en la escuela si no aprenden. ¿Para qué sirve si no es para apropiarse de conocimientos?.
DESCONFIANZA SOCIAL
Dado este planteo basado en la acrisolada trayectoria del sociólogo, ahora toda las sociedades desconfían de lo que hace la escuela, de sus títulos y sus certificados, convirtiéndola en una institución bajo sospecha. “Sí, tal cual, de lo contrario cómo se explica que las sociedades hayan implementado, desde el ´94, sistemas nacionales de evaluación de la calidad de la Educación, tomando pruebas de Lengua y Matemática para ver si saben, o no”.
“En Latinoamérica estas pruebas han demostrado que a igualdad de escolarización hay una gran desigualdad en la apropiación de conocimientos importantes. Los chicos teminan la escolaridad, pero sólo una minoría es la que alcanza a desarrollar dicha competencia”.
“En tanto, las familias, inclusive la mía, sólo se conforman con que el chico pase de grado, comprobando luego que no sabía hacer una composición escrita. Debe tomarse en cuenta que lo que el chico necesita es conocimiento, no sólo ir a la escuela. Hay que fijarse si es capaz de escribir una lectura y comprenderla”.
“Y todo esto se refleja en la Universidad, de manera que hay algo que no está funcionando como se debe. Hay una contradicción entre la masificación y el saber. Cada vez hay más “burros” con títulos”.
“La sociedad, por lo tanto, debe exigir comprensión de conocimientos elementales de Historia, Geografía, Lengua, Matemática, es decir una cultura básica que le sirva para desarrollarse”.
“El gran desafío de hoy es cómo hacer, frente a la ley que declara la obligatoriedad del secundario, que todos vayan a la escuela y todos aprendan un capital cultural básico. Y para eso no hay receta, no sirve mirar la calidad selectiva del pasado. Es el gran tema que preocupa a sociólogos y pedagogos”.
Afirma Tenti, por su parte, admitiendo a su vez una imprescindible mejora del factor docente, que “hay que incluir en el conocimiento para insertarse en el mundo del trabajo, que es mucho más difícil que escolarizar”.
Con la maleta a cuestas y feliz
Emilio Tenti, de 64 años, es investigador principal del Conicet y profesor titular en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Además, ha hecho y sigue haciendo consultorías internacionales en el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación, organismo de la Unesco que tiene sede en Buenos Aires y abarca a toda América Latina.
Se mueve por distintos países, sobre todo México, impartiendo cursos de formación y capacitación de personal técnico pedidos por los propios ministerios de Educación latinoamericanos.
Su agenda de viajes, por cierto muy cargada, no deja de recordarle aquella llegada de sus padres italianos en época de postguerra a tierra mendocina cuando sólo tenía 4 años de edad.
“Venido en esa última onda inmigratoria me crié en la ciudad de Mendoza, donde hice toda mi escolaridad y los estudios universitarios. Cursé postgrado en Francia regresando a Mendoza en el agitado año ´75; luego fui a Cali, Colombia, después a México y volví a la Argentina, pero a Buenos Aires donde vivo con mi familia”.
“¿Cómo resisto la vida en la Capital Federal sin ser porteño de nacimiento? En realidad no es sólo una ciudad, sino varias en una, como toda gran ciudad. Hay una inmensa diferenciación territorial y espacial, donde para considerar que se vive bien hay que hacerlo cerca del trabajo, como en mi caso que me queda a la vuelta de casa, de modo que no uso transporte público. Soy un privilegiado”.
“Por otra parte soy de clase media, no pobre, de lo contrario sería todo irrespirable, inaguantable. En cambio, en Tandil se puede ser pobre con dignidad ¿no es así?, reflexionó con acierto el experimentado sociólogo.