Notable ejemplo de inclusión social universitaria: Guillermo pudo, pese a todo
Su almita infantil conoció el primer revés cruel de la existencia cuando sólo tenía 3 años, al quedarse su hogar sin papá. Allí, en Roca 1118, casi esquina Las Heras, quedó con su mamá, Delia González, empleada administrativa del Hospital Santamarina. Los dos solos frente a todo.
Y empezó la lucha a brazo partido. La educación primaria la recibió en la escuela del Hogar de Varones y de allí pasó, para hacer el secundario al Instituto Martín Rodríguez. Guiada por un esperanzado optimismo la lucha de ambos prosiguió. Sin esquivar batallas. Todo lo contrario, dándolas.
Dura resultó para la flaca economía hogareña, claro está, su decisión primera de estudiar Medicina en La Plata. Ella bancó la ilusión como pudo y allí fue, pero en vano. Ni bien inscripto para cursar el ingreso entendió que allí no estaba su vocación. Regresó a su Tandil y se anotó en la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional del Centro para estudiar Ingeniería de Sistemas, sin poder asegurar que fuera esa la ruta de su vocación.
Ahora bien, resumidos estos datos iniciales cabe la pregunta ¿Puede nuestro protagonista de humilde origen ser el mismo que hoy, a los 23 y tras años tan difíciles, corone su esfuerzo y el de mamá Delia al quedar incorporado al plantel de becarios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas por su brillante desempeño?
Sí. Seguro que sí. Guillermo Rodríguez (de él se trata) pudo convertir en realidad algo que parecía pertenecer al mundo de la ficción. Lo hizo uniendo a su talento el compromiso y la responsabilidad constantes, una fórmula sencilla si se quiere, aunque plena de una lucha inevitable que aprendió de muy chiquito.
LO ANDADO Y LO POR ANDAR
“Al regresar de La Plata no sabía que carrera seguir, hasta que opté por Sistemas, algo que tenía anotado en último término porque nunca me había sentado frente a una computadora. Era nulo”.
Tal vez sin conocer el promedio general de 9.70 con que se había graduado en el Instituto mucho tuvo que ver en la elección final el profesor Néstor López. “El me convenció que era una carrera interesante, con buena salida laboral. Hice entonces el curso de ingreso, entré y seguí”, sintetizó Guillermo.
Por suerte el sueldo de Delia no estuvo solo. “Siempre tuve becas nacionales por buen rendimiento académico que se fueron adaptando al contexto económico, llegando ahora a más de 800 pesos. Esas cifras colaboraron mucho para continuar los estudios sin necesidad de trabajar”.
“En 2008 conseguí una beca contraprestación, gracias al doctor Marcelo Campo, para entrar en el proyecto Campus Virtual y realizar el postgrado recibiéndome en marzo de este año, con un promedio general de 8.80, y ahora merecer esta buena beca del Conicet”.
TESIS PREMIADA
En la trigésimo novena Jornada de Informática, realizadas hace poco en la UADE de Buenos Aires – conjunto de simposios relacionados con el área de Informática -- presentó la tesis de la carrera que fue aceptada junto a otros siete trabajos estudiantiles de todo el país.
“Cuando concurrí a la convocatoria final quedé segundo, detrás de gente de Córdoba. Mi trabajo consistió en un método para dar soportes a uniones virtuales, permitiendo a los usuarios conectarse simulando que están en una oficina real y poder desarrollar software”.
“La idea surgió – abundó Guillermo – porque hay especialistas situados en distintos puntos del mundo para los que es muy difícil celebrar reuniones para aclarar dudas. A través del sistema virtual pueden conectarse entre lugares remotos y simular mediante “avatares” que están reunidos en un lugar físico. En ese mundo virtual, entonces, tenés todos los artefactos que te dejan efectuar la reunión, de ahí el concepto de innovador que le otorgó el Conicet a mi trabajo”.
El distinguido becario pertenece al equipo del doctor Campo desde hace 2 años, director del Instituto de Sistemas de Tandil que lo guiara en la gestión de la ayuda del referido Concejo que “me abre el camino para realizar el Doctorado con la dirección de él”.
La beca tiene dos instancias, de 2 y 3 años, financiándote los cursos de estudio en el Campus local. “En eso estoy trabajando actualmente”.
Memoró el doctorando que “hace unos años era un lujo tener una computadora en la casa, pero hoy la tienen muchos. Me tocó la época media, en la que recién empezaban a tenerla los chicos de mi edad. Casi puede decirse que en estos días tener una computadora es como tener un teléfono celular”.
“A medida que iba estudiando fue creciendo mi confianza de que podía llegar a algo. Al principio debo reconocer que no me sentía para esta carrera, por eso alcancé a anotarme en Medicina, en La Plata, aunque enseguida pegué la vuelta, entre otras cosas para no exigirnos tanto económicamente”.
“Estoy dedicado a la investigación, especialidad que incluye la docencia porque el Conicet te exige, a través de ayudantías docentes, difundir los conocimientos adquiridos con la investigación”.
EL DIA DE MAÑANA
En realidad, recién cuando Guillermo concluya el Doctorado su camino profesional habrá nacido. “Mi objetivo, cuando dentro de cuatro años termine el Doctorado, es entrar en la carrera de investigador del Conicet que exige sortear un proceso bastante selectivo y lleno de requisitos”.
“Después, hay que esforzarse para seguir escalando los distintos estadíos para el día de mañana llegar a los puestos más altos de la carrera, con mucho esfuerzo y evaluaciones anuales. Esperemos que pueda alcanzar esa meta”.
LA UNICEN, TANDIL Y EL PAIS
No esquivó Guillermo dar opinión desde el sitial alcanzado. “¿Qué pienso de nuestra Universidad? Tiene propuestas de estudio para todos los gustos y está creciendo mucho. Sobre todo en la carrera de Sistemas veo una buena cantidad de estudiantes con una singular particularidad: el ochenta por ciento son foráneos, porque sus ciudades no tienen universidades públicas con éstas carreras o, si las tienen, son de bajo nivel; sólo el veinte restante son de Tandil”.
“Y esto no es privativo de la facultad de Exactas sino también de Veterinarias, Económicas, Humanas y otras. Las instalaciones de nuestro Campus llaman la atención por lo útiles y agradables”.
Cree, además, que Tandil está en vías de convertirse en ciudad universitaria en su espíritu. “En unos cinco años más entiendo que lo será en la práctica, impulsada por la gran cantidad de estudiantes que continúa radicándose y que nunca va a decaer. Espero que la idiosincrasia del tandilense se adapte a semejante crecimiento”.
En cuanto a la afluencia de porteños que se trasladan a vivir aquí Guillermo piensa que “será nociva si esa gente nos contagia su estilo de vida llevándonos a perder nuestra identidad, y beneficiosa si no nos afecta la intolerancia capitalina y podamos adaptarlos a lo nuestro”.
“¿Cómo veo el país? Hay mucho por trabajar y por mejorar; el Gobierno toma políticas buenas pero no del todo, siempre hay sectores que no quedan conformes y eso frena el desarrollo. Tendría que haber mucha más práctica conciliadora para lograr objetivos comunes superando los intereses personales. Creo que hay recursos y capacidad para andar ese camino”.
En suma, Guillermo Rodríguez pudo torcerle el brazo a los imposibles. Su pedazo de vida transcurrida configuran un ejemplo de inclusión social de las que promueve la Unicen; muestra de un mínimo hogar de madre e hijo que, vacunado por el coraje nacido de un cachetazo de la vida, nunca bajó los brazos; etapa de un talento personal que supo encontrarse a si mismo y que quiere seguir volando. Algo que bien vale la pena conocer y tratar de imitar.