Martes 31 de mayo de 2011

Sí, se puede

Sí, se puede

    El apellido del anuncio, no: Lauri. Pero el nombre propio lo anticipaba: Raúl Horacio, propio de los que se ponían hace un montón de décadas. Y no falló el anticipo. El representante de la camada de graduados señalado para dirigir el acostumbrado mensaje de despedida lució 62 años, madurez que no abunda en los claustros y que ganó al instante la especial simpatía del auditorio.

     Su mensaje resultó meduloso, como cabía esperar. Habló de “la culminación de una etapa y el comienzo de otra: la de enfrentar los nuevos desafíos como profesionales, asumiendo el rol de contribuir con nuestra sociedad”.

   “La educación es un camino que andamos en compañía de otras personas, que avanzan y maduran a nuestro lado. Y en esta concepción de itinerario compartido nace la relación entre el educando y el educador”, dijo entre otros conceptos.

  “Somos egresados de una universidad pública, de una universidad creada por la sociedad, mantenida por ella, y en la cual esa sociedad deposita las expectativas de sus ideas y capacidades”.

   “El conocimiento es la única riqueza de la que nadie nos puede despojar, es el que nos da la llave del futuro”, señaló, agradeciendo a sus familiares todo el apoyo recibido y, a sus compañeros de egreso “por haberme admitido como si fuera uno más de ellos”.

   Por último, Lauri, en directa alusión a sus compañeros de camada, expresó “les pido que cumpliendo el deber ante el nuevo desafío impuesto por la profesión adquirida honren a los suyos, a la Universidad, a ustedes mismos y a la vida”.

     El aplauso cerrado sonó más caluroso que nunca, inspirado, claro está, por la hacedora y ejemplar veteranía del flamante licenciado en Relaciones Internacionales.