Jueves 21 de octubre de 2010

Un trabajo de científicos de la Unicén es tratado en Convención de Nagoya, Japón

La prestigiosa publicación Science, que edita la Arizona State University de los Estados Unidos de Norteamérica, acaba de difundir, dedicado al cumplimiento del Año Internacional de la especialidad, un trabajo sobre la diversidad biológica en cuya producción intervinieran científicos de la Universidad Nacional del Centro junto a calificados colegas de distintas partes del mundo.
Se trata de la doctora Graciela Canziani, de la facultad de Ciencias Exactas, Rosana Ferrati y Fernando Milano de la facultad de Ciencias Veterinarias, en calidad de miembros únicos de nuestro país dentro del equipo de investigación Diversitas, con sede en Francia, integrado a su vez por especialistas de esa nación, Chile, USA, Suecia, Japón, Inglaterra y Alemania.

EL TRABAJO

Bajo el título Código rojo para la Biodiversidad la publicación inherente a las pérdidas de la biodiversidad acumuladas durante el año en curso adquiere una importancia crucial para los objetivos de conservación 2020, tema que vertebra la Convención Mundial de Nagoya, que se realiza desde el lunes último y hasta el 29 del actual en esa ciudad japonesa.
Aún cuando no sea directamente un fracaso –comienza diciendo -- el objetivo 2010 fijado por el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) para frenar la pérdida de especies en el mundo quedaron cortos relativamente a las expectativas generadas por el Año Internacional de la Biodiversidad.
En abril de 2002, las Partes en el Convenio se comprometieron “para lograr en 2010 una reducción significativa del ritmo actual de pérdida de la diversidad biológica en los planos mundial, regional y nacional como contribución a la mitigación de la pobreza y en beneficio de toda la vida sobre la Tierra.” Esta meta fue posteriormente aprobada por la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible y la Asamblea General de las Naciones Unidas y fue incorporado como una nueva meta en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
¿Qué significa esto para los 20 objetivos 2020 puestos a la consideración de la 10ª Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP10) en Nagoya, Japón, del 18 al 29 de octubre?
En el artículo “Ecosystem Services for 2020” (Servicios de los Ecosistemas para el 2020), publicado el 15/10 en la revista Science, algunos de los expertos mundiales en biodiversidad reunidos por el grupo de investigación DIVERSITAS basado en París, ofrecen una perspectiva estratégica de los objetivos 2020,-- una que involucra negociaciones, ajustes en el tiempo y complejidad.

Objetivos realizables

“Mientras todavía haya tiempo, es crítico diseñar los objetivos 2020 y sus indicadores de manera que pueda dárseles una chance razonable de éxito”, argumenta el experto en ecoservicios Charles Perrings de la Arizona State University. El equipo de DIVERSITAS, liderado por Perrings, incluye a la investigadora Ann Kinzig, también de ASU, y otros 16 expertos líderes en biodiversidad de Estados Unidos, Argentina, Suecia, Chile, Japón, Inglaterra, Francia y Alemania (listados al final).
El equipo elogia a la CDB por sus crecientes esfuerzos para atender los aspectos más serios del cambio global, clima y biodiversidad, a través del logro de 20 objetivos “SMART” (inteligentes en inglés), una sigla que aúna los calificativos de “específicos, medibles, ambiciosos, realistas y acotados en el tiempo”, para ser alcanzados en 2020. Sin embargo, el equipo también argumenta que no es suficiente que los objetivos sean “SMART”.
“El objetivo 2010 de la convención sobre Diversidad Biológica era irreal,” dice Perrings, profesor de la Escuela de Ciencias de la Vida de la ASU y co-director del grupo de Eco-Servicios del Collage de Artes Liberales y Ciencias de la ASU. “Mientras que los objetivos propuestos para el 2020 son más específicos respecto hacia dónde ir para reducir la tasa de pérdida de biodiversidad, hay descuidos críticos que deben ser considerados por los delegados de la conferencia de Nagoya.”
Por ejemplo, el objetivo 2020 de que “todos los pueblos están concientes de los valores de la biodiversidad y los pasos que pueden tomar para conservarla y utilizarla sosteniblemente” parece irreal. Además, un objetivo 2020 para la sostenibilidad de la agricultura, la acuacultura y las forestaciones afirma que hacer esto automáticamente asegurará la conservación de la biodiversidad, aún cuando la evidencia científica no lo apoya, según opinan los autores del artículo.
Un problema con los objetivos 2020, señalan los autores, es que muchos de ellos son interdependientes. Algunos son mutualmente inconsistentes, es decir que el logro de uno compromete el logro de otro. Otros son contingentes, es decir que lograr uno está condicionado al logro de otro. Será muy importante adoptar indicadores que reconozcan la interdependencia de estos objetivos.
El problema esencial es que proteger la biodiversidad simplemente no está entre los intereses primordiales de los individuos, según opinan los autores. Los incentivos privados pueden ser incompatibles con la conservación de la biodiversidad, y habrá que realizar concesiones. Por ejemplo, para que alguna gente muy pobre pueda producir más alimentos significaría que se conceda conservar una superficie menor de un hábitat crítico para algún grupo de especies. Hacer una agricultura más eficiente puede significar frecuentemente una amenaza mayor a la biodiversidad. Independientemente de que los agricultores usen bueyes y arado o un tractor de última generación, el uso de pesticidas para eliminar plagas y herbicidas para remover malezas es un riesgo para la biodiversidad en los campos y genera también un daño colateral en el ambiente.
“También estamos agotando la pesca en los océanos, eliminando un stock pesquero tras otro. En muchos casos no hay reales instrumentos de protección y los que existen no hacen mella. Hay múltiples razones, y muy razonables, para que la gente tome decisiones personales y privadas que llevan a la pérdida de biodiversidad, pero los costos los paga la sociedad colectivamente.”
El artículo de la revista Science señala que los objetivos propuestos por la CDB 2020 necesitan volcarse hacia los beneficios que la biodiversidad provee a la humanidad además de reconocer la necesidad de concesiones entre beneficios.
Códigos para el éxito
El equipo de DIVERSITAS evaluó los objetivos 2020 y los desafíos de su implementación usando el marco de referencia de servicios de los ecosistemas desarrollado por la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (Millenium Ecosystem Assessment), un esfuerzo liderado por Naciones Unidas en los años 2001-2005 para “analizar la capacidad de los ecosistemas del mundo y evaluar las consecuencias que los cambios en los ecosistemas tienen en el bienestar de la gente.”
En el mapa de ruta resultante para 2020, los autores recomiendan una aproximación jerárquica, que es sensible a la temporalidad y al orden secuencial de los objetivos. Algunos objetivos involucran temas que deben ser resueltos antes de 2020 (DIVERSITAS codifica estos objetivos como “rojos”), y otros objetivos se refieren a temas que necesitan ser implementados en un cierto orden (las “condiciones facilitadoras” se codifican en “azul”). Más aún, muchos de los objetivos conservacionistas tradicionales (codificados como “verdes”) involucran la necesidad de negociaciones y concesiones entre objetivos rojos y azules que deberán trabajarse en horizontes temporales muchos más largos.
Los objetivos 2020 a ser negociados la semana que viene en Nagoya implican un progreso significativo respecto del objetivo 2010. Tienen en cuenta las metas tradicionales de conservación planteadas por la comunidad internacional: reducir la presión sobre la biodiversidad y salvaguardar la diversidad de los ecosistemas, de las especies y la diversidad genética. Pero también apuntan a las causas subyacentes de la pérdida de biodiversidad, al uso sustentable, y a la necesidad de construir capacidad y conocimiento para que los objetivos sean implementados exitosamente.
Los científicos argumentan que mientras los objetivos 2020 pueden ser fortalecidos, Nagoya será un punto crucial para la Convención sobre la Diversidad Biológica. “El desarrollo de un plan estratégico sostenido por objetivos, indicadores y acciones es un paso muy positivo”, dice Perrings.

CAMBIO DE LA BIOSFERA

La reunión de Octubre es consecuencia de dos convenciones establecidas en 1992 para asegurar el compromiso global de una respuesta a los aspectos más serios del cambio global: el clima y la biodiversidad. La Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático fue centro de mucha atención en 2009. Combinado con el establecimiento de una Plataforma Intergubernamental de Política Científica para la Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas (IPBES, Intergovernmental Science Policy Platform for Biodiversity and Ecosystem Services), que será llevada ante la Asamblea General de Naciones Unidas en esta sesión, Perrings y su equipo creen que la reunión de Nagoya puede marcar el primer intento serio de parte de la comunidad internacional de resolver el segundo de los dos problemas ambientales más grandes: el cambio en la Biósfera.