Buenas prácticas para la conservación del suelo
En general todas las tierras requieren de la implementación de sistemas de manejo adecuados a las condiciones y limitaciones presentes en cada región. Sólo una pequeña proporción de tierras puede ser manejada con prácticas comunes sin sufrir efectos de procesos de degradación.
Existe una gran diversidad de suelos con diferentes propiedades y rasgos funcionales, con diferente resistencia y capacidad amortiguadora en relación a los efectos de alteraciones generadas por el hombre para producir; todos los suelos cultivados son modificados, aunque sea mínimamente al sembrar o implantar cada cultivo.
Hay suelos arenosos, limosos, arcillosos; suelos ácidos, neutros o alcalinos; profundos o someros; ricos o pobres en materia orgánica, con alta o baja fertilidad, bien o mal drenados, ubicados en zonas planas o inclinadas, bajo diferentes regímenes de humedad y temperatura, etc. Esta diversidad ambiental y funcional permite mostrar porqué es necesario definir el conjunto de prácticas adecuadas para cada situación, de modo que se pueda producir en forma habitual, sin generar degradación y mantener o aún mejorar la capacidad productiva de las tierras.
Estas prácticas están diseñadas para lograr una adecuada instalación y conducción de los cultivos en cada lote, y para realizar un ordenamiento del uso y manejo de tierras y aguas en el paisaje de las distintas regiones productivas; por lo tanto, se aborda con prácticas específicas a todo el sistema físico puesto en producción, desde una región en su conjunto, hasta cada uno de los lotes bajo cultivo.
Acciones conjuntas
Las Buenas Prácticas de Manejo del Suelo van detrás de la sustentabilidad, con un criterio integral, que abarca todos los aspectos que componen la vida del hombre. Además, debe haber una armonía funcional entre las áreas urbanas y rurales, para que se complementen con mutuo beneficio, evitando que las acciones que se realicen en cada una generen perjuicios a las otras; y también debe existir entre las distintas áreas rurales en producción, para que lo que se hace en una zona de una cuenca o región productiva no perjudique a otra, y viceversa.
La implementación de estas prácticas no es responsabilidad absoluta de los productores; deben participar todas las instituciones y personas involucradas directa e indirectamente en la producción agropecuaria, promoviendo, difundiendo y fomentando la implementación de Buenas Práctica de Manejo del suelo, a través de acciones jurídicas, políticas, fiscales, financieras, tecnológicas, sociales y pedagógicas. En consecuencia, todos los niveles de administración del Estado, nacional, provincial y municipal, tienen razones muy fundadas para involucrarse con acciones concretas de promoción, fomento y capacitación, que acompañen al productor en la implementación de las prácticas adecuadas que hagan posible una producción genuinamente sustentable.
Criterios para la elección e implementación de las Buenas Prácticas
Suele presentarse en el paisaje la necesidad de prevenir o evitar la ocurrencia de procesos de degradación de las tierras (esto es lo deseable en todos los casos), pero muchas veces hay que implementar prácticas que controlen la ocurrencia de procesos de degradación existentes, y en otros casos hay que aplicar acciones de recuperación de tierras ya degradadas.
Como el funcionamiento del paisaje es complejo y diverso, las buenas prácticas que se elijan deben ser las necesarias, su implementación debe ser sencilla y económica. Deben tener una acción armónica y complementaria. Deben proporcionar al paisaje y a sus tierras estabilidad funcional para prevenir o controlar los procesos que correspondan.
Consecuentemente, en los catálogos y manuales de prácticas podremos encontrar algunas que se refieren al ordenamiento para el manejo de tierras y aguas en una cuenca, en diferentes sectores de una cuenca, o en lotes individuales; otras que están orientadas al manejo adecuado del suelo y su cobertura natural a lo largo de una rotación, durante la implantación, conducción, cosecha y poscosecha de los distintos cultivos que la componen.
Se debe partir de un diagnóstico funcional y una planificación del ordenamiento territorial para el manejo de tierras y aguas. Dentro de este marco las prácticas que se recomienden deben ser de efectividad comprobada, para que funcionen con la eficiencia adecuada. Su implementación debe ser oportuna, y durante el tiempo que sea necesario, muchas veces deben ser de aplicación permanente.
Consideraciones finales
En general, las Buenas Prácticas de Manejo del Suelo deben propiciar:
- que el agua infiltre, se almacene y percole en el lugar donde cae, reduciendo el escurrimiento superficial.
- que se promueva la presencia de una cobertura superficial permanente del suelo con vegetación y rastrojos, para atenuar el efecto erosivo de las lluvias y el viento.
- la reducción de la evaporación y favorecer la circulación del agua desde el suelo a la atmósfera a través de las plantas del cultivo.
- la recuperación y/o mantenimiento de la materia orgánica del suelo en niveles adecuados.
- la ejecución de labores estrictamente necesarias, con la orientación adecuada, y que produzcan la menor alteración posible de la estructura del suelo y su porosidad.
- la reducción del tránsito de equipos y vehículos a lo estrictamente necesario, para evitar la compactación del suelo.
En cada situación particular se deberá analizar si es necesario además, atender algún aspecto específico adicional.
© Todos los derechos reservados.