El cine nació, creció y morirá en cada ojo del deseo por ver y saber
“Nuestro cine no tiene su origen únicamente en Edison y sus
compañeros de invención, sino que se basa en un pasado de
enorme cultura.”
Sergei Eisenstein, artivista ruso.
El Cine se desarrolló de la unión de la fotografía, la que registra la realidad física, con el juego de persistencia retiniana, que hacía parecer que los dibujos se movían. Cuatro principales tradiciones fílmicas se han desarrollado desde entonces:
- La Película narrativa de ficción, que cuenta historias sobre gente con las que la platea se puede identificar porque su mundo parece familiar.
- Películas documentales, no de ficción, que se enfocan en el mundo real en vez de instruir o revelar algún tipo de verdad sobre este.
- Los dibujos animados, que hacen parecer que figuras dibujadas o esculpidas se mueven y hablan y
- El cine experimental, que explota la habilidad del cine de crear mundos puramente abstractos, irreales, poéticos, delirantes, irreales, dementes o fabulosos como nunca antes se vio.
El Cine se considera como la más joven de las formas artísticas y ha heredado mucho de las artes más antiguas y tradicionales.
Como la novela, puede contar historias y éstas pueden ser negras, familiares, terroríficas o costumbristas
como el drama, puede reflejar conflicto entre personajes vivos;
como la pintura, compone el espacio con luz, color, sombra, forma y textura;
como la música, se mueve en el tiempo de acuerdo a principios de ritmo y tono;
como la danza, representa el movimiento de figuras en el espacio y es frecuentemente secundado por música. Y como la fotografía, presenta una versión bidimensional de lo que parece ser una realidad tridimensional, usando la perspectiva, la profundidad, las angulaciones, las lentes, las luces y las sombras y el deseo de cada espectador.
El cine, sin embargo es una de las pocas artes que es tanto espacial como temporal, que manipula intencionalmente tanto el tiempo como el espacio. Esta síntesis ha generado dos teorías conflictivas sobre el cine y su desarrollo histórico. Algunos teóricos, como Sergei Eisenstein y Rudolf Arnheim, arguyen que el cine debe tomar el camino de las otras artes modernas y concentrarse no sólo en contar historias y representar la realidad, sino en investigar el tiempo y el espacio de una manera pura y conscientemente abstracta. Otros, como André Bazin y Siegfried Kracauer, sostienen que el cine debe desarrollar cuidadosamente sus conexiones con la naturaleza de modo que pueda retratar los sucesos humanos tan reveladora y excitantemente como sea posible.
Eisenstein agrega con el montaje la síntesis de sus ideas novedosas y poco convencionales, quizás por ser formado en la ingeniería y sensible a las artes pictóricas. Agrega al drama la inclusión del uso de imágenes fuertemente contrastadas entre sí capaces de suscitar intensas reacciones emocionales entre los espectadores, siguiendo principios como el de Iván Pavlov y su descubrimiento acerca del reflejo condicionado o la manipulación de la conducta animal mediante ciertos estímulos. Eisenstein ensayó que esta correspondencia podría aplicarse a la sociedad espectadora de filmes y lograr una acción colectiva –revolucionaria y sintética- ante determinadas secuencias observadas en el filme. Bazin y Kracauer prefirieron analizar el plano secuencia (una toma sin corte o lo que hoy puede ofrecernos una cámara de seguridad, una camarita go pro o cualquier otro mecanismo de registro sin interrupción) como imitativo de la vida misma y como documentación del mundo y afirmación de lo existente. Así, concluyen que es comparable a la ciencia.
Mientras tanto, en la periferia del centro de radiación cinematográfica como lo eran París, New York o Berlín también en lugares tan remotos como San Ignacio en el nordeste argentino, un uruguayo anarco individualista inició una tarea genial y típica de nuestras latitudes. Horacio Quiroga, cuentista, dramaturgo, guionista (si es que así se podía denominar en esos años al escritor de la historia a ser filmada), fotógrafo, hachero, cazador, pescador, carpintero, juez de paz y estudioso obsesionado se aventuró en la crítica de cine, un oficio aún indefinido. Lo realizó especialmente sobre el cine comercial de Hollywood pero también sobre todo lo que llegaba a Posadas. Sus escritos, crónicas, síntesis, sentimientos amatorios sobre determinadas actrices, interpretaciones estéticas y ensayos eran vendidos como artículos a revistas de Buenos Aires como también lo eran sus famosos cuentos.
Al final de sus escritos, en vísperas de su regreso a Buenos Aires, propone un evento soñado y delirante pero de realización concreta solo décadas más tarde. A principios de los años treinta sostuvo que debería crearse una Escuela de Cine, con especialistas en carteles legibles y comprensibles, escritores especialistas en temas de su especialidad y el aporte de realizadores técnicos de la Alemania expresionista y de la Rusia constructivista. A pesar de su ilusión inconcreta de esos años algo de ello germinó en una experiencia educativa altamente novedosa en Santa Fé con la Escuela Serena (primaria) de las hermanas Cossetini, donde se combinaba arte, ciencias naturales, matemática y plástica con soportes audiovisuales en fotografía, filmaciones de ballets, grabaciones y propaladoras dentro de la escuela a cargo de los mismos estudiantes y música en reemplazo de la campana para separar las clases. Entre los padrinos de la Escuela de los locos, como era descalificada, estuvieron artistas y científicos, amantes del libre pensamiento, críticos y fomentadores del cine de todas las índoles y naciones como Borges, Sábato y Fernando Birri. Éste, a partir de 1956, conformó la primera escuela de Cine dependiente de una universidad en América Latina. Treinta años más tarde Birri fundó la segunda escuela en Cuba y encarneció un lazo que une el arte, la experimentación, la sensibilidad, la ciencia, la técnica y la educación.
Si uno de los gérmenes del cine mundial apareció en estos márgenes con fines tan nobles, infelizmente gran parte de la ramificación llegó a convertirse en metástasis hollywoodiana.
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