El cine, un privilegio
No me parece posible concebir un Homenaje al Cine sin mencionar las cinco películas que, por lo menos desde mi punto de vista, han hecho de las imágenes en movimiento un extraordinario ejemplo de forma y contenido. Sin ellas probablemente el cine no sería el lugar de ensueño que es. “Luces de la ciudad” de Charles Chaplin, “El ciudadano” de Orson Welles, “Cuando huye el día” de Igmar Bergman, “Amarcord” de Federico Fellini y… No me decido a cerrar la nómina, significaría omitir injustificadamente nombres y títulos que sin duda no sería admisible olvidar. Ahí están las películas de Godard, Truffaut, Resnais y tantos otros para que el lector la complete. Y muchos otros inolvidables títulos de todas las latitudes.
Probablemente el mundo no sería igual si los hermanos Auguste Marie Louis Nicolas y Louis Jean Lumière a partir de 1892 o, aun antes, Louis Aimé Augustin Le Prince en 1888, o quien haya sido, no hubiesen inventado ese milagro que es el cine. Desde entonces, multitudes han desfilado por las tradicionales salas y hoy día, tal vez perdiendo mucho de la comunión y emoción colectiva, las pequeñas pantallas de los televisores y de las computadoras que han aportado algo sin duda distinto: ver películas en otro formato aproximando más el cine a la soledad que al espectáculo, a la lectura que a la visión en su puntual significado, percepción de las realidades físicas a través de la vista.
Si uno percibe con frecuencia, como es mi caso, la maravilla de conocer a jóvenes que encaran este mundo diferente con el mismo entusiasmo, vocación y dedicación que imagino le han acercado al cine a través del tiempo tantos cineastas inolvidables que tuvieron hasta el privilegio de asociar en una sola expresión artes con indiscutible afinidad como son la pintura, la música y la literatura. Es un privilegio. Me conmueve sólo pensarlo.
El cine como iniciativa del hombre no es equiparable a la ciencia, no nos da ni nos cuida la vida, pero hace más bello y menos monótono vivir.
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