5 de diciembre de 2016

Independencia ¿Quién decide qué, cómo y para quién producimos?

Dra. Ana María FERNÁNDEZ EQUIZA

Los vínculos con el sistema internacional

Muchos siglos antes de que llegara Colón a nuestro continente, diversos  pueblos originarios vivían aquí con diferentes formas de organización social y productiva, pluralidad de culturas y de saberes, incluidas técnicas de cultivo y  transformación, almacenamiento, construcción de infraestructura para comunicaciones y manejo del agua.

La conquista de América significó para muchos autores el inicio de la economía mundo. Desde los inicios, la codicia de oro y plata,  divisas de la época motorizaron la conquista. El discurso justificador fue la previa definición de los nativos americanos como inferiores respecto a los invasores/ evangelizadores. Modelo Potosí.

Luego de las declaraciones de independencia,  no fueron  ejércitos invasores sino la estructuras del libre comercio las que sostuvieron el intercambio desigual por el cual América Latina proveyó a los centros  de materias primas y minerales, producidas con trabajo mal pago. A cambio recibía las divisas necesarias para comprarles sus productos industriales y pagarles las utilidades y préstamos que permitieron construir la infraestructura necesaria para usufructuar  nuestros territorios. Los excedentes  europeos de bienes, personas y capitales pusieron a los territorios de América Latina dentro del círculo de la economía internacional, proveyendo  alimentos baratos para poder disminuir sus salarios y consolidar su competitividad. Fluidez en divisas y países ricos con gente pobre. Modelo granero del mundo.

¿Independencia de qué?

No sólo de otros países y de las corporaciones,  también de las ideas que colonizan nuestras formas de pensar un proyecto hacia el futuro.

A mediados de siglo XX, el desarrollismo demostró que la especialización primaria  aumenta la desigualdad, que ningún país se desarrolla apelando a la venta de recursos naturales. Así,  imaginó caminos propios  para llegar al mismo lugar: su ideal de  desarrollo  se mira en el espejo de los centros.

Hoy, los resultados sociales y ambientales de los modelos de desarrollo de los países centrales muestran inestabilidad, destrucción de capacidad de carga planetaria, exclusión  y concentración de la riqueza  reproducida por el  secuestro democrático, una cooptación de los sistemas de representación por parte de las elites.

En la economía mundo actual,  niños mueren en las minas de África manejadas por transnacionales,  naufragan en balsas de inmigrantes, reciben bombas sobre sus cabezas y son obligados a caminar hacia un mundo que les cierra las puertas. Cosen zapatillas y levantan las cosechas que las transnacionales venden. Millones viven en los barrios  segregados de las ciudades dominadas por el mercado inmobiliario. La brutalidad y la crisis humanitaria no son la excepción sino el resultado de un  sistema que se pretende como el referente en términos de desarrollo.

Así, la inserción internacional de nuestro país no puede ser la mera integración acrítica al mundo.

Las nociones de progreso y desarrollo imitativas de los centros que  predominan en nuestro imaginario social y personal  son autodestructivas y antidemocráticas pues están basadas, producen  y se retroalimentan del aumento de la desigualdad social y ambiental.
Por eso, pensar la independencia en el siglo XXI es no sólo pensar cómo nos insertamos en el mundo sino cómo lo transformamos.

El derecho a la autodeterminación y la deconstrucción de la dependencia

Deconstruir la dependencia no sólo requiere la lucha con los poderes fácticos externos e internos que defienden el status quo que los beneficia. Requiere un proyecto alternativo, orientado estratégicamente de acuerdo a un modelo propio.

En este sentido, no se trata de elegir un camino distinto para llegar al mismo lugar sino de elegir adónde queremos ir, cómo queremos vivir y de qué manera nos organizamos para lograrlo.

Así como la auto-organización y autoregulación son las capacidades que permiten a un ser mantenerse vivo, la autodeterminación  de los pueblos es lo que construye independencia. La independencia no sólo se declara. Es una construcción social, cultural y política, no exclusivamente económica. y supone una fuerte disputa con quienes reproducen y amplían su poder consolidando la dependencia.

No hay libertad sin naturaleza

La competencia y la búsqueda de un aumento ilimitado de la productividad  como motores de la economía llevan inexorablemente a un aumento del ritmo de extracción de recursos y devolución de residuos que vulnera los ritmos de la naturaleza. Y ese crecimiento de la productividad, lejos de significar un menor sacrificio para los trabajadores y menos horas de trabajo, implica la destrucción de empleo, la intensificación del trabajo para quienes lo tienen y la incertidumbre y la precariedad para los ciudadanos que van siendo excluidos  o incluidos marginal y precariamente.

Al mismo tiempo, la apropiación privada de medios de producción  y el creciente cercamiento de bienes comunes por parte de los sectores más concentrados y transnacionalizados recorta los medios  disponibles por fuera del mercado de trabajo, imprescindibles para sostener  experiencias  de autogestión.  La apropiación de tierras, el patentamiento  (desde semillas hasta diseños de bordados ancestrales, pasando por conocimientos generados con esfuerzo público)  la privatización de  servicios públicos, son algunos de los ejemplos de desposesión de factores de producción.

Los marcos jurídicos  reformados a favor del capital,  dificultan la producción para la independencia. Basten como ejemplos las dificultades para la recuperación efectiva de fábricas,  la creación y sostenimiento de pymes, la financiación genuina de proyectos productivos orientados a satisfacer necesidades reales o los obstáculos a la gestión estatal o cooperativa en muchos sectores, los impedimentos al control de condiciones laborales y ambientales para grandes empresas y/o a las condiciones de oligopolización. El neoliberalismo es una maquinaria de desindustrialización y privatización de nuestros recursos y un proceso permanente de concentración y expulsión de explotaciones.

América Latina, para la economía mundo actual es un conjunto de espacios donde obtener mano de obra formada en vías de abaratamiento, ambientes de negocios con crecientes  beneficios fiscales y sobre todo, un reservorio gigantesco de recursos naturales estratégicos en disputa. La forma de obtenerlos  incluye la instalación de megaempredimientos  para lo cual diseñan y financian desde los marcos jurídicos hasta la infraestructura que los viabiliza. Agua, energía, tierra, minerales, biodiversidad  y culturas colocadas dentro del mercado mundial a través de las corporaciones y la consolidación de los instrumentos para su creciente mercantilización.

Los argumentos legitimadores son la integración al mundo  y  nuestra necesidad de divisas. Varias décadas de aplicación de este tipo de inserción internacional muestran que las inversiones extranjeras, lejos de resolver los problemas externos significan  transferencia de capacidades nacionales y naturaleza al exterior al mismo tiempo que, salida de divisas por la remisión de utilidades,  extranjerización del stock de capital local  y  endeudamiento externo. Todo esto sin contar los flujos  de divisas fugados. Por la puerta abierta  para que lleguen los capitales se van naturaleza, valor producido mal pago, conocimientos creados con esfuerzo público  y ganancias.  Mientras, quedan pasivos ambientales, deudas socializadas y territorios reconfigurados al servicio del capital extranjero.

El rol del Estado para la Independencia

El estado  nunca es neutral. O sirve a los intereses de quienes nos colocan en la división internacional del trabajo diseñada por las corporaciones y los especuladores financieros o sirve a proyectos con mayor autonomía nacional y respeto por la soberanía popular.
Por eso la lucha por la independencia es una disputa por el Estado. 
Nuestra historia nos muestra la persistencia de  un proyecto de integración acrítica y dependiente sustentada en la alianza de grupos dominantes nacionales con el capital transnacional, basados en una lógica rentística.

Son estos los que han boicoteado y truncado  todo intento de desarrollo basado en una mayor autonomía  nacional,  diversificación económica e inclusión social.

Desde los comienzos de la gesta de la independencia podemos identificar  dos proyectos en ciernes, uno que la entiende como autodeterminación nacional, soberanía popular y desarrollo propio, y otro que  la reduce al status formal  que le permite establecer  un vínculo internacional que mantenga los beneficios para grupos dominantes locales de las  relaciones centro periferia con la potencia de turno.

Por eso,  la construcción de  independencia es no sólo en relación al sistema internacional sino al interior del país y la región. Son enemigos de la independencia quienes destruyen las capacidades  de producir lo que necesitamos, de crear conocimientos de acceso público, de  consolidar procesos de construcción de un proyecto estratégico, de conocer y gestionar nuestros propios recursos. Son enemigos de  nuestra  independencia quienes degradan la autoestima de nuestros  pueblos, quienes banalizan nuestras culturas, quienes niegan los derechos  de los ciudadanos  y se apropian de los bienes comunes. Aunque todo esto parezca obvio no lo es en un país, un subcontinente y un mundo donde todavía impera la falacia económica de la cual nos hablara el gran Karl Polanyi, aquella que confunde una de sus formas, el mercado, con todas las formas posibles,   un mundo  donde reina  con más fuerza  y crueldad que la que tuviera la España de Colón, el  pensamiento económico neoliberal al servicio de la codicia y la acumulación por desposesión.

Conclusiones

Desde la colonización el rol  impuesto a América Latina ha sido la provisión de recursos naturales y trabajo barato  a los centros.

  • La necesidad real o producida de divisas al interior de nuestros países es la llave económica para imponernos la dependencia.
  • Las ideas de "progreso" y "desarrollo" son la llave cultural  para imponernos la inserción en un sistema que funciona a base de desigualdad social y ambiental
  • La dependencia es un proyecto lucrativo para una parte  de nuestras sociedades por eso la lucha por la independencia se dirime como disputa entre proyectos de país.

Elementos para construir  independencia

  • Reconocimiento de la interdependencia de los seres vivos y la tierra. Esto significa tener presente que siempre usamos ecosistemas.
  • Escala: América del Sur
  • Producción para satisfacer necesidades reales de la población
  • Comercio Internacional: prioridad a la  complementariedad y creación  de una divisa latinoamericana
  • Comercio justo de bienes requeridos por otros espacios, para lo cual es imprescindible un relevamiento común y gestión conjunta de recursos naturales.
  • Solidaridad como principio organizador: "esfuerzo propio, ayuda mutua"
  • Defensa de bienes comunes y límites a la mercantilización de la naturaleza.
  • Democratización de los medios de producción
  • Producción sin burguesía ni sectores concentrados. Democracia económica. Pluralidad de formas.
  • Unidad  y soberanía popular

Soñemos nuestro propio sueño: ¿Qué queremos como sociedad? ¿Qué necesitamos, cómo lo producimos o intercambiamos, con quienes y para quienes, de qué modo?

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Dra. Ana María FERNÁNDEZ EQUIZA:
Instituto de Geografia, Historia y Ciencias Sociales. CONICET/Facultad de Ciencias Humanas-UNICEN. Centro de Investigaciones Geográficas. FCH. UNICEN.
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