16 de diciembre de 2013

La divulgación como lugar de encuentro

Dra. Ana María VARA

Si la divulgación es una sana tarea de educación informal, si es un bastardeo del conocimiento riguroso, si es la ocasión de inculcar saberes como se plantan semillas en un jardín, si es una concesión de los iniciados a los ignorantes, si es una invitación a la mesa del conocimiento, si es una oportunidad para discutir aspectos clave de la modernidad, si es un medio para ganar adeptos o despertar vocaciones, si es compartir herramientas para la emancipación, si es simple información, si es mero espectáculo… El debate resurge cada tanto, cuaja en torno de algún consenso inestable y se intenta saldar con terminologías incesantemente renovadas: popularización de la ciencia, apropiación social del conocimiento, cultura científica, comprensión o comunicación pública de la ciencia. En América Latina y en el mundo, programas, carreras, asociaciones, journals dan cuenta de los avatares del debate, recordando con sus nombres, en una suerte de genealogía explícita, el momento de su creación.

Para quienes imaginaron UNICEN Divulga, la divulgación es, esencialmente, un lugar de encuentro. No lo proclaman, no lo han argumentado en largos documentos programáticos; sencillamente, lo realizan. Eligieron apoyarse en la terminología más clásica, señalando a una fuerte tradición en la historia universitaria argentina; y ensayaron una definición por la acción, haciendo un aporte práctico a un debate inagotable. Este espacio parece el cruce perfecto entre las páginas de ciencia, las de cultura y las de política. Nada de cortes tajantes entre ciencias duras y blandas, entre empíricas, exactas, humanidades, sociales. Nada de límites rígidos entre información y opinión, entre datos duros y emociones, entre circunstancias e interpretación. Si hay una brecha entre expertos y legos, entre profesores universitarios y gente del común, UNICEN Divulga no quiere darse por enterada. Y se instala sin ruido y sin roces en la intersección de saberes, afectos, visiones políticas: en el espacio ciudadano, en el ágora. Los artículos informan, sí, con rigurosidad; razonan con sensatez y fineza argumentativa. Pero también opinan, sienten, se comprometen, se posicionan.

En los estudios sociales de la ciencia y la tecnología se habla del trabajo sobre las fronteras o boundary work para referirse a la construcción de disciplinas, la profesionalización, el lugar de los expertos, la marcación de quién está adentro y quién está afuera. El trabajo sobre el que se funda UNICEN Divulga, por el contrario, es un desdibujar de fronteras, un tránsito de allá a acá, donde la comunidad universitaria suelta los lazos del cordón invisible que la rodea y se funde con la ciudadanía.

La elección de las efemérides como ocasión para cada número especial es un hallazgo en sí mismo. Por un lado, permite planificar los aportes, dando tiempo a los autores a preparar sus textos con el debido cuidado. Por otro, cumple con la exigencia que se traslada de los medios masivos a toda propuesta de intervenir en la esfera pública: ¿por qué hoy? La respuesta tácita que da cada informe es: hablamos ahora porque es el tema del mes. Porque queremos acercar nuestra palabra a la conversación pública, justo cuando se orienta hacia esta problemática. Porque, claro, son efemérides significativas; buenas ocasiones para conversar de asuntos que importan. Qué significativo que en este primer recorte la selección comience con el Bicentenario y cierre con la crisis de 2001. Y en el medio, el MERCOSUR, el ambiente, Sarmiento, el libro, el patrimonio cultural, las juventudes, las nuevas tecnologías: núcleos centrales de la indagación sobre el presente.

En un artículo clave sobre la historia de la divulgación científica, Bernadette Bensaude-Vincent traza la genealogía de la “brecha creciente” entre quienes saben y quienes no saben, tan extendida en las sociedades modernas; la concepción de que la ciencia es única, de que no hay saberes válidos por fuera de las instituciones científicas, una idea cuyo origen es datable y que se acentuó mucho en el  siglo XX:

“(…) la noción de una ciencia popular como una ciencia distinta de la de los científicos profesionales ya no es aceptable. Cualquier práctica no profesional de la ciencia que no esté moldeada y limitada por las actuales normas y regulaciones de la comunidad académica es considerada seudo-ciencia. No hay una ciencia alternativa. La ciencia es única. Por lo tanto, el mundo del conocimiento está claramente dividido en dos categorías: la de los científicos, que tienen el monopolio de las afirmaciones verdaderas y válidas, y la del resto, la numerosa, anónima y amorfa masa que forma el público. (...) El público ilustrado de los amateurs, un término que todavía tenía una fuerte connotación positiva en el siglo dieciocho, ha sido transformado en el siglo veinte en una masa de personas fáciles de engañar, irracionales e ignorantes.” (Bensaude-Vincent 2001, p. 106)

Complementariamente, Brian Wynne muestra cómo esta concepción no sólo niega al público un papel cognitivo, racional, sino que además da por supuesto que su juicio está marcado por valores y emociones, es decir, por aspectos irracionales, mientras que el de los expertos es afectiva y éticamente neutro. Wynne (2001, p. 445) se refiere a “presupuestos de larga data y profundamente culturales que hablan de una brecha categórica entre un conocimiento fáctico, objetivo y real por un lado, y emociones o valores vacíos desde el punto de vista cognitivo por el otro; y que mientras la ciencia está en busca de lo primero, el público no experto sólo es capaz de tomar posiciones sentimentales, emocionales, e intelectualmente vacuas.”

Se trata de una concepción de la ciencia para la que sólo hay expertos y legos: dos sujetos esencialmente diferentes; en el medio, un abismo, un foso oscuro: la insalvable brecha. Es “la visión dominante de la divulgación”, como la denominó Stephen Hilgartner (1990). Una concepción doblemente engañosa, porque no da cuenta, por supuesto, de los complejos avatares de la circulación y discusión sobre saberes y tecnología en el mundo de hoy, y porque tampoco da cuenta de cómo se genera el conocimiento.

Desde un punto de vista epistemológico, explica Marta Fehér, la visión de la brecha entre expertos y no expertos tiene que ver con la idea de que son los individuos los que tienen conocimientos, y no los grupos; se trata de una consecuencia, según esta misma autora, del individualismo, “fundamental para la epistemología empiricista de los últimos tres siglos” (1990, p. 429). Este individualismo supone que son las personas, los individuos, en tanto que expertos en una especialidad, los depositarios de los conocimientos del área. Visión que da sustento a la noción de la distancia entre expertos y legos, entre científicos y público: unos tienen el conocimiento, y otros no lo tienen.

La debilidad de este modelo queda en evidencia en los trabajos que muestran que, aún dentro de su propio campo de especialidad, los científicos muchas veces ocupan el papel de no especialistas; como dejan en claro los artículos de Hardwig (1985; 1991), entre otros, sobre la colaboración en ciencia. A partir de estos trabajos, sabemos que la diferencia entre expertos y legos no es categórica, que se trata de una frontera relativamente lábil, un límite que se desplaza; y que el conocimiento no reside tanto en los individuos como en los grupos, al interior de los cuales la confianza juega un papel importante. En este sentido el experto depende de otros expertos: su situación no es, entonces, radicalmente distinta de la del no experto. Como concluye Fehér, “Resulta, entonces, que ‘especialista’ y ‘persona no especializada’ son conceptos relativos, y que el especialista –relativo– tiene autoridad cognitiva sobre, pero no es cognitivamente superior a la persona no especializada –relativa– (…)” (Fehér 1990, p. 433; bastardillas en el original)

Esta crítica nos lleva a dos conclusiones. En primer lugar, que la división categórica entre expertos y legos ha sido deliberadamente subrayada y no responde a una constatación; porque un análisis cuidadoso encuentra que, en realidad, hay una gradación, un continuum, y una posición de saber relativa frente a cada cuestión. Como comenta Jean-Marc Lévy-Leblond (1992, p. 17), es precisamente por la especialización creciente de la ciencia y la tecnología actuales que no parece realista ni honesto hablar de una brecha entre científicos y legos, sino de “una multitud de brechas específicas entre especialistas y no-especialistas en cada área”. La segunda consecuencia es que no hay una situación tal, general, como legos que dependen del saber de los expertos, sino que distintos sujetos participan de determinadas comunidades de saber, que podrían no ser rígidas, predeterminadas.

UNICEN Divulga se planta amable pero firmemente frente a la “visión dominante de la divulgación” y la desencaminada concepción de la brecha. Los autores de este espacio no escriben como expertos sino como intelectuales, en la valiosa usanza de nuestras universidades: en algunos casos, habla el investigador que ha trabajado el tema, pero en otros son investigadores que se apartan sin aviso de su especialidad en sentido estricto; hay también escritores; hay autores que no son “de la casa”. Todos son rigurosos y, a la vez, interesados: en las antípodas de la asepsia axiológica, de la apatía afectiva, de la neutralidad política que supone la comentada concepción de experto. Ninguno es, tampoco, faccioso, tendencioso, gratuitamente provocador. Lo que predomina ampliamente es un trabajo de reflexión, un generoso detenerse en la carrera de la vida. Sobre todo, un detenerse en la carrera de la carrera, institucionalizada para los profesores universitarios en la década del noventa, y que tendió a aislarlos, a fijar su mirada en una ínfima parcela del mundo, a inducirlos a no cuestionar ni cuestionarse. Aquí los autores levantan la mirada, escuchan a sus interlocutores, dan sus razones con perspectiva.

Qué auspicioso y qué oportuno es haber elegido este modo de divulgar. Cuando las sociedades dela Argentinay de América Latina están agitadas por cuestionamientos más o menos malintencionados, como los que resultan de la marcha de los gobiernos progresistas de la región sobre los poderes económicos arraigados en décadas de retroceso del Estado (Saint-Upéry 2008; De Moraes 2011). Cuando nos hallamos frente a un ciclo de protesta ambiental, en que las comunidades alzan su voz ante el avance a veces devastador de nuevas tecnologías y proyectos masivos sobre la naturaleza, de la mano de empresas transnacionales, que buscan colocarnos otra vez en el lugar de proveedores de materias primas (Vara 2010). Cuando la política y las ciencias resultan atravesadas por debates de fin de era, como los que dejan la crisis del paradigma neoliberal marcada por la quiebra de Lehman Brothers en 2008, y la previa caída del comunismo en 1989 (Stiglitz 2010). Cuando los latinoamericanos nos proponemos, después de décadas y décadas de seguir mandatos ajenos, definir y sentar las bases de nuevos modelos de desarrollo (Guardiola-Rivera 2010).

Con tanto por debatir, qué enseñanza la de UNICEN Divulga: sus artículos muestran que se puede sostener una conversación inclusiva, con profundidad y con corazón, sin olvidar en qué tierra se apoyan nuestros pies.

Referencias

-Bensaude-Vincent, B. (2001). “A genealogy of the increasing gap between science and the public”, Public Understanding of Science, Vol. 10, pp. 99-103.

-De Moraes, Denis (2011). La cruzada de los medios en América Latina. Gobiernos progresistas y políticas de comunicación,Buenos Aires, Paidós.

-Fehér, M. (1990). “Acerca del papel asignado al público con los filósofos de la ciencia”, en Ordóñez, J. y Elena, A. (comps.), La ciencia y su público: Perspectivas históricas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pp. 421-443.

-Guardiola-Rivera, O. (2010). What if Latin America Ruled the World? How the South will Take the North into de 22nd Century. Londres:Bloomsbury.

-Hardwig, J. (1985). “Epistemic dependence”, Journal of Philosophy, vol.82, n°7 (julio 1985), pp. 335-349.

————— (1991), “The role of trust in knowledge”, Journal of Philosophy, vol. 88, n°12, diciembre, pp. 693-708.

-Hilgartner, S. (1990). “The dominant view of popularization: Conceptual Problems, political uses”, Social Studies of Science, Vol. 20, agosto, pp. 519-539.

-Saint-Upéry, Marc (2008). El sueño de Bolivar. El desafío de las izquierdas sudamericanas. Barcelona: Paidós.

-Stiglitz, J. (2010). Caída libre. El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. Buenos Aires: Taurus.

-Vara, A. M. (2010), “Protesta ambiental latinoamericana”, Voces en el Fénix No 2, pp. 36-41, <http://www.vocesenelfenix.com/content/protesta-ambiental-latinoamericana  >

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Dra. Ana María VARA:
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