Los vegetales: fuente de medicinas
Los pueblos originarios descubrieron los usos potenciales de los vegetales y los incorporaron en sus rituales, su dieta, el tratamiento y la curación de sus afecciones, sus vestimentas. Valoraron así las virtudes que la Madre Naturaleza les ofrecía desde la entraña de la tierra y fue por esa valoración y respeto en la forma de utilizarlos que llega hasta nuestros días ese conocimiento nato de quien se sintió parte de una misma obra, de una misma vida.
La Etnobotánica estudia la relación entre los grupos humanos, su entorno vegetal y la cultura que los entrelaza. Este cuerpo de conocimiento es un ejemplo de interdisciplinariedad, en el que participan los saberes de diferentes perfiles: humanístico, biológico-ambientalista, químico-farmacológico, agronómico, económico. Grandes aportes con que cuenta la Etnobotánica provienen de investigaciones realizadas sobre comunidades aborígenes de América, y sus especializaciones dieron origen a campos de conocimiento como la Paleoetnobotánica, la Socioetnobotánica, la Fármacoetnobotánica, la Tecnoetnobotánica.
Entre las innumerables aplicaciones de principios vegetales, la industria cosmetológica aprovecha las propiedades descongestivas, cicatrizantes, hidratantes, regeneradoras de una interminable lista de plantas; la industria textil explora los componentes celulósicos como matriz para la elaboración de diferentes texturas; en nutrición se realza la importancia de la fibra dietética en la prevención de determinadas enfermedades y trastornos fisiológicos. Sin embargo, el valor de las plantas como fuente de productos medicinales ha sido subestimada por mucho tiempo, a pesar que muchas de las sustancias de aplicación en la medicina tradicional son obtenidas de los vegetales, como la digitoxina, la morfina, la atropina, la quinina. Paralelamente, más del 90% de los medicamentos homeopáticos son elaborados con drogas de origen vegetal, lo cual representa un punto en común entre ambas medicinas.
La utilización de las plantas para fines medicinales adopta variadas modalidades: al estado natural, puras o en mezclas, como tisanas; en preparaciones galénicas, como tinturas, extractos, jarabes; como materia prima para la extracción de principios activos de acción terapéutica, como la morfina, extraída del látex de Papaver somniferum (opio). Asimismo, es posible obtener de la extracción de sustancias poco activas o inactivas fisiológicamente, precursores para obtener moléculas farmacológicamente activas, como por ejemplo la diosgenina, una sapogenina esteroidal que se utiliza en la fabricación de anticonceptivos (obtenida de algunas especies mexicanas de Dioscorea).
En otro sentido, la cultura de la selección, recolección, conservación y procedimientos de preparación de determinadas plantas para su uso como fitoterápico, exige un conocimiento exhaustivo de conceptos tan variados como la especie procurada (esencial!!); la geografía botánica (que comprende el estudio de la relación suelo-planta); la organografía y fisiología vegetal (determinante de posibles variaciones de la composición dependiendo de los órganos vegetales, su estadio biológico ,diferentes épocas y bajo diferentes condiciones climáticas); la edad de la planta (define la composición química del principio activo y, consecuentemente sus propiedades medicinales). Previamente a realizar la cosecha, es necesario evaluar el equilibrio entre la síntesis y la descomposición de los principios activos. Los mismos pueden sufrir alteraciones por procesos catabólicos que finalmente degradan el principio activo ocasionando la pérdida de su acción terapéutica. Otros fenómenos que atentan contra la integridad química y funcional del principio activo comprenden alteraciones por causas externas (radiación, calor, humedad, microorganismos, insectos), e internas (reacciones enzimáticas, autoxidaciones).
Actualmente, contamos con la oportunidad de asociar los conocimientos tradicionales de la fitoterapia con los resultados de investigaciones científicas que permiten aislar, definir sus constituyentes y sus propiedades terapéuticas.
Mientras tanto, precisamos reforzar la conservación ambiental, proteger especies de comprobada utilidad como fitoterapéuticas y profundizar los estudios sobre aquellas aún no caracterizadas, sea por falta de interés, por su escasa distribución o porque culturalmente hemos errado en la interpretación de su existencia en determinadas geografías, producto de un largo tiempo de coevolución.
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