Memoria(s) del Bicentenario. Un relato inconcluso.
“La memoria es un absoluto y la historia sólo conoce lo relativo”. Pierre Nora
El 24 de marzo de 1816 comienza a sesionar el Congreso de Tucumán. Se suceden las renuncias. Los representantes de las Provincias Unidas de Sud América firman el acta de independencia el 9 de julio. La escena reúne diputados de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Jujuy, La Rioja, Mendoza, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán. Pero también de Charcas, Chichas y Mizque (actual Bolivia). No asistieron de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la zona de las Misiones: eran parte de la Liga de los Pueblos Libres.
¿Desde qué lugar recuperamos el Bicentenario? Seguramente un análisis desde la historia nos arrojaría a lo imposible de pronunciar: “El 9 de julio de 1816 aún no existía la Argentina”. Un congreso celebrado en el medio de tensiones entre porteños, realistas, federales, defensores de la monarquía, provincias de la actual Bolivia, capitales en Cuzco, monarcas incaicos, Provincia Unidas y Liga de los Pueblos. La sola enumeración resulta anárquica. Un congreso que se inició en marzo de 1816 en Tucumán, se trasladó a Buenos Aires en 1817, sancionó una Constitución unitaria en 1819 y se disolvió en 1820 cuando, tras la derrota militar en Cepeda, el General Rondeau renuncia ante el Cabildo de Buenos Aires.
Es por todo lo señalado anteriormente que estamos ante una conmemoración, un acto de memoria colectiva transmitida desde los albores de la nacionalidad. Y es en este punto donde la memoria se vuelve plural: las memorias debaten en un transcurso siempre inconcluso y se actualizan una y otra vez.
Actos escolares, desfiles, monumentos, fiestas que nacieron para dar contenido a la construcción de un ser nacional. Hacia fines del siglo XIX y ante el aluvión inmigratorio, surge la necesidad de dotar de identidad nacional a grandes masas de población. La escuela va a tener un papel central en esta tarea. Primero será el lugar donde se celebren los actos patrios, luego serán los escolares los protagonistas de los desfiles. Las escuelas suman una nueva tarea: formar la nacionalidad.
Cabe en este punto marcar cómo aparece “el 9 de julio” en los libros escolares. Tomaremos algunos libros de lectura para la escuela primaria. Deliberadamente no tomamos los de historia o ciencias sociales. Nos interesa mostrar cómo, esta fecha, lugar, acontecimiento o como las llama Nicolás Shumway (2002) “ficciones orientadoras”, se hicieron/hacen presente en la escuela.
La escuela desarrolla, al menos, tres tareas: la enseñanza-aprendizaje de conocimientos específicos, la transmisión de valores y reglas, y la transmisión del sentimiento de pertenencia nacional. Aparece en el medio escolar la difusión de modelo de nación y un arquetipo de ciudadano muy relacionando con las virtudes de los próceres (Jelin, E. y Lorenz, G., 2004). La memoria se homogeneiza desde un presente y con vistas a la construcción de un futuro que aparece como aspiración original.
En estos términos, “el 9 de julio” se va des-historizando en función de un proyecto de nación siempre presente.
Tomemos lo que dice “Fuentes de vida”, libro de lectura para 6° grado utilizado entre 1937 y fines de los ´60: incluye un texto de Nicolás Avellaneda que comienza el relato el 24 de marzo de 1816 y luego de una descripción de los primeros días del Congreso menciona un joven que muchos años después desea saber qué pasó y luego de pasar por la pirámide de Oribe, a la que llama “bárbaro monumento”, es llevado al lugar donde se firmó el acta de independencia. El relato finaliza: “¡Pobres y santos pueblos! Se sienten felices porque han visto un rayo de luz entre dos tormentas”. El presidente nacido en Tucumán refiere a “dos tormentas”: la primera, las luchas por la independencia y la segunda, Rosas.
En 1954 el libro “Alitas nuevas” para lectura en primer grado superior dice: “El 9 de julio de 1816, se reúnen en la casita humilde y juran ante Dios, formar una nación libre e independiente. […] Muchos años después llegó el General Perón. Bajo ese mismo cielo tucumano, proclamó nuestra Independencia Económica”.
El texto de lectura para segundo grado editado en 1958, “Dos chiquillos”, ofrece el relato de una niña que conversa con su abuela preparando su “papel” en el acto. La abuela le dice: “Nuestro país estaba casi desierto. Los indios bravos asaltaban a los viajeros. No teníamos caminos… […] aquellos varones estaban muy preocupados por su patria como para celebrar fiestas”. “Ayer y hoy”, libro editado en 1967 para quinto grado, titula “Tucumán, Crisol de la Patria”. Ese mismo año, se edita “Panoramas de América” para sexto grado donde aparece un texto de Carlos Ibarguren que cita al redactor del Congreso, “¡Unión, americanos: no perdamos por nuestras discordias esta preciosa joya que nos vino desde lo Alto!”, concluye el autor: “Recordemos esas palabras a los argentinos dispuestos, hoy como ayer, a defender con su vida la tradición nacional y la patria contra los que pretendan destruirla o desnaturalizarla”.
Como cierre provisorio, podemos decir que la conmemoración ha encontrado su sentido como forma colectiva, cierta o pretendida, de construcción de identidad nacional necesaria para la proyección hacia el futuro. La escuela ha sido protagonista central de esta tarea. Cabe al análisis histórico, la otra mirada. Al decir de Pierre Nora (2008)
“La memoria es un fenómeno siempre actual, un lazo vivido en presente eterno; la historia, una representación, del pasado. Porque es afectiva y mágica, la memoria sólo se acomoda de detalles que la reconfortan; ella se alimenta de recuerdos vagos, globales o flotantes, particulares o simbólicos, sensible a todas las transferencias, pantallas, censura o proyecciones. La historia, como operación intelectual y laica, utiliza el análisis y discurso crítico.”
Bibliografía
Bertoni, L (1992) “Construir la nacionalidad: héroes, estatuas y fiestas patrias 1887-1891” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana, Buenos Aires, UBA.
Jelin, E. y Lorenz, G. (2004) “Educación y memoria: entre el pasado, el deber y la posibilidad” en Educación y memoria. La escuela elabora el pasado, Madrid, Siglo XXI.
Nora, P. (2008) “Entre Memoria e Historia: La problemática de los lugares” en Les Lieux de mémoire (dir.), Montevideo, Editorial Trilce
Shumway, N. (2002) La invención de la Argentina. Historia de una idea. Buenos Aires, Emecé.
Libros de lectura
Caso, Juana (1967) Panoramas de América. Libro de lectura para 6° grado, Buenos Aires, Kapelusz.
Saulnier, L. (1954) Alitas Nuevas. Libro de lectura para 1° grado superior, Buenos Aires, Kapelusz.
Alonso, E. (1958) Dos chiquillos. Texto de lectura para 2° grado, Buenos Aires, Estrada.
Braña, B. y Iacobucci, G. (1957) Fuentes de vida. Libro de lectura para 6° grado, Buenos Aires, Kapelusz.
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